Un buen día la señora K preguntó al señor P: ¿Eres capaz de engañarte a ti mismo?
P se quedó perplejo ante semejante pregunta, se ruborizó, se enfadó por momentos y por fin, recuperando su habitual compostura, contestó con tono firme, casi airado:
-¿Por quién me has tomado, amiga K? Jamás he engatusado a nadie y mucho menos a mí mismo. Siempre soy fiel a la Verdad. Desde pequeño he mantenido ...
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